En honor a los que se quedaron, a los que ya no están y a las almas perdidas.
El viento
quebraba los cristales,
Las
estrellas sonaban como cuetes,
Y era porque
la noche seducía a la muerte
En forma de
voces municipales.
Dice la
tierra que la brisa supo a hierro,
A pólvora, a
miedo y fuego.
Cuentan los
segundos que corrieron
Sólo algunos
y que luego
Un roble
recibió el llamado de su retoño
En gritos de
ayuda bajo el frió indigente,
Él le dijo
que huyera del otoño,
Y hoy espera que
siga corriendo de la muerte.
Yered Badillo.