10 de
diciembre de 2012
Ella se
llamaba Judith,
Nació por
accidente,
Por excesos,
por querer vivir.
Muy temprano
se hizo fuerte.
Su abuela,
ya muy vieja,
No podía
darle vestido.
Eran unos
brazos y una reja
Los protectores
escondidos
En aquellas
paredes de cartón.
Sus hermanos
mayores
Compartían el
calor del carbón,
Los zapatos,
el aire, el frío,
Los llantos,
la lluvia, el rocío
Y los
abrazos de su abuela
En aquella
oscura callejuela.
Los años no
pasan en vano,
Ese cabello
completamente cano,
Con mucho
dolor en el corazón,
Tuvo que decirles
a sus nietos adiós
En brazos de
desconocidos
Deseándoles,
añorándoles, futuro mejor,
Por lo menos
con almuerzo y vestido.
“Que los
bendiga Dios”
Rezó todas
las noches antes de su partir.
Aquella bebé
ya no se llama Judith.
Yered Badillo.
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