Hay veces que por más que escribo, pienso e intento detener a mis sensaciones, soy incapaz de hacerlo. A pesar de que veo muchos motivos para no dar tinta, me van brotando versos de las manos. Por más que intento no hacerme la idea, idealizo a quien penetra en mi mirada, a esa persona que atraviesa mi caparazón sin necesidad de espadas. Este poema, sin ser una declaración, va dedicado a una chica que en muy poco tiempo a pasado a ser algo más que una conocida.
(25 de diciembre de 2011)
No sirve de mucho jugar con los sentidos,
No vale la pena huir, vivir escondido.
Si yo lo quisiere, volaría muy lejos
De aquellos ojos y de todos sus reflejos.
Sin embargo, vuelo a ella, a sus manos tiernas,
A su mirada que me mira, van mis piernas.
A todos esos mundos suyos, mi universo.
A su sombra que se oculta, van estos versos.
Lo que nunca pudo pasar, pasó en horas,
Pero es así como cada demonio llora.
Su piel y sus ojos de color canela
Mantienen mi vista posada y en vela
Cuando hay música gracias a su invitación,
Cuando por poco se me escapa la razón.
Para mí mismo parece todo un misterio.
Para el otro que habita en mí, esto es siniestro.
Para ambos es un poco más que un cementerio,
Es el renacimiento de Yered, lo nuestro.
Es el regreso de un loco enamorado.
De aquel que asesinaron muy lentamente.
Pero es también, quizá, un nuevo candado,
Un sueño concebido muy tiernamente.
Quizá, por ser tan distintos, nunca pase más,
Tal vez usar los mismos verbos en tiempo quizá.
Se escape la duda y sus roces sean viento.
No sé si dejar a mi corazón cubierto.
Su piel y sus ojos de color canela,
Si te lo preguntas, se llama Pamela.
Salvador Yered
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